Summary: | Desde la integración de España y Portugal en la Unión Europea, el discurso solemne y retórico de las administraciones públicas abunda en la idea de que el tiempo de la frontera ha concluido, lo que supone una nueva etapa de apertura entre pueblos vecinos, antes enfrentados, ahora hermanados. En este escenario, algunas poblaciones periféricas y fronterizas hispano-lusas viven una interesante paradoja, pues el sector turístico y las administraciones locales ponen en valor la frontera y los signos diacríticos que en cada lado certifican la diferencia elevándolos a la categoría de patrimonio cultural. Esta instrumentalización de referentes significativos genera una atmósfera y un paisaje que fascina a aquellos visitantes interesados en vivir la experiencia de estar en un espacio liminar donde (presuntamente) se contraponen culturas diferentes. En el artículo se analizan estos procesos de patrimonialización y la incipiente cooperación transfronteriza en Alcoutim y Sanlúcar de Guadiana, dos localidades ribereñas del Bajo Guadiana.
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